El doctor en Historia y miembro del equipo convocado
por Cancillería para preparar la contramemoria chilena, dice que el
preacuerdo alcanzado entre Pinochet y Banzer en 1975 es “una pista” para
una salida definitiva a los problemas fronterizos con Bolivia, pero
sólo después de que sanen las heridas dejadas por la disputa en La Haya.
Por: Jorge Poblete, @jpobletecapital en Twitter
Fotos: Verónica Ortiz
"Es posible que el chorro de la ducha tenga más agua que el Silala,
pero no hay que despreciar estas cosas pequeñas, los accidentes
geográficos diminutos pueden adquirir un simbolismo abrumador”, dice el
historiador Joaquín Fermandois, sobre el reciente anuncio del presidente
boliviano Evo Morales de ampliar la disputa marítima con Chile a un
nuevo frente: el Silala, también llamado Sololi, o incluso Cajón,
dependiendo del tramo del que se hable.
El curso nace a más de 4.300 metros sobre el nivel del mar, en el
departamento boliviano de Potosí, desde donde escurre hasta la cuenca
del Loa. Se trata de un avance discreto, a ratos por la superficie y a
ratos en forma subterránea, por tuberías y obras de canalización, que
permiten que sus aguas hoy sean utilizadas en faenas de Codelco y del
Ferrocarril Antofagasta (FCAB), controlado por el Grupo Luksic.
Todas estas obras derivan de concesiones entregadas a principios del
siglo XX, a ambos lados de la frontera, a The Antofagasta (Chili) and
Bolivia Railway Company Limited, en tiempos de las locomotoras a vapor.
En 1996, el país altiplánico objetó esta concesión y un año después la
caducó, argumentando incumplimientos de contrato. El debate subió de
tono y el Parlamento boliviano resolvió en 1999 borrar de los mapas la
palabra “río” en referencia al Silala (los ríos pueden ser
internacionales) y en cambio utilizar el término “manantial” (de origen
generalmente local).
Después de una fallida adjudicación impulsada por Bolivia para la
empresa Ductec S.R.L., Santiago y La Paz alcanzaron un preacuerdo para
repartir el uso de las aguas, que fue consultado al departamento de
Potosí, que se opuso tenazmente y pidió millonarias indemnizaciones
retroactivas. Morales entonces echó pie atrás y mantuvo este reclamo en
un segundo plano, para priorizar la ofensiva en La Haya por la salida al
mar. Eso, hasta fines de marzo.
En este escenario que el profesor Joaquín Fermandois –quien en
octubre se sumó como coordinador de historiadores del equipo chileno,
entre cuyas labores está la preparación de la contramemoria que se
entregará en julio–, se refiere a la compleja situación de la relación
entre ambos países. Justo en momentos en que la administración de
Morales está siendo cuestionada, tras perder el referendo que permitía
una nueva reelección y luego de conocerse los millonarios contratos
estatales que la ex pareja del presidente, Gabriela Zapata, se adjudicó
en forma directa, en representación de una firma internacional, en un
escándalo que además involucró a un supuesto hijo no reconocido por el
mandatario.
-¿Lo sorprendió el anuncio de Evo Morales de una eventual demanda por el río Silala?
-Sí, pero fue una sorpresa relativa. Aunque los días previos se
estaba como anunciado, si lo miramos respecto de la situación de hace un
par de meses, claro que es una sorpresa. Pero en otro sentido no lo es,
porque Morales ha hecho una guerrilla política con Chile desde que
emergió como líder, antes de ser presidente. Él ayudó a derribar a dos
presidentes, Carlos Mesa, y anteriormente a Gonzalo Sánchez de Lozada,
en actos que no pueden describirse sino como golpes en términos
técnicos. Lo hizo por varias razones, y una de ellas era el tema chileno
y el mar.
-¿Cuánto habrá influido en esta nueva controversia la derrota
de Morales en el referendo y el escándalo con su ex pareja, Gabriela
Zapata?
-Es probable que esos incidentes hayan tenido un efecto en activar
este tipo de desafìos a Chile, pero nosotros nos engañamos al creer que
es sólo política interna. Bolivia tiene una fijación con el mar desde la
guerra del Pacífico, si bien hasta comienzos del siglo XIX esto se
refería a un puerto. En el siglo XIX el tema era un puerto y en el XX,
el asunto llegó a ser cada vez más el mar, lo que en la segunda mitad
del siglo XX se volvió más fuerte que en la primera. En lo que llevamos
del siglo XXI, especialmente por el fenómeno Morales y el populismo, la
fijación es más fuerte todavía. Entre paréntesis, en el Tratado de 1904
Chile respondía a la necesidad del puerto al ofrecer y ser aceptado el
libre tránsito.
-Pero si el objetivo de ellos es la salida al mar, ¿no se pierde especificidad al poner sobre la mesa además el Silala?
-Pienso que podría afectar a Bolivia esta situación. Evo Morales
seguramente piensa lo contrario: que esto muestra la maldad de Chile y
cómo se están llevando el agua del país. Pero en el caso del Silala hubo
un acuerdo en que Chile podría usar una parte y pagar por la otra, eso
era en sustancia ese precacuerdo que firmó Bolivia y suponía que el agua
era de ambas partes (...). La Paz abre un flanco con esto, porque si
está presentando demanda tras demanda, el problema no es el mar, sino
que mantener una actitud combativa, que se puede calificar de guerrilla
política, tratando de erosionar en todo momento la legitimidad del
adversario.
“Bolivia,
en el caso del Silala, por casi 100 años no dijo esta boca es mía,
porque el río estaba en un mapa en el anexo del Tratado de 1904”.
-¿Y qué efecto podría tener esta situación en La Haya?
-Eso lo apreciará la Corte. Cuando surgió lo del Lauca, Bolivia nunca
convocó una comisión internacional que viniera a medir los caudales, y
en el caso del Silala, por casi 100 años no dijo esta boca es mía,
porque el río estaba en un mapa en el anexo del Tratado de 1904.
Nadie sabía que había un problema con esto hasta que estalla la
polémica a fines de los 90 en Bolivia, y después se declara la caducidad
de la concesión entregada a la empresa y ahí empiezan los problemas. Y,
como se sabe, en 2009 se llegó a un acuerdo, en que, como en todos los
temas del mar, ha sido Bolivia la que se ha retirado de las
conversaciones, acusando a Chile de no tener verdaderas intenciones de
negociar.
-Cuando dice que esta situación podría afectar a Bolivia, ¿se refiere también a la demanda marítima?
-Hay un factor de incertidumbre siempre en la Corte, así que no
podemos evaluar eso. Pero a la Corte le gusta ser Corte y pronunciarse a
su manera, lo que atiende naturalmente a varios factores. No se la
puede manipular tan fácil.
-Uno de los análisis más recurrentes de estos años resalta el carácter político del Tribunal de La Haya.
-Es un tribunal de las Naciones Unidas cuya misión es también llevar
la paz, y eso podemos decir que es algo político: dependiendo del
derecho pero con la misión de generar paz; esto último es lo que tiene
un cariz que podríamos denominar político.
-Un momento atrás usted mencionaba al vocero de la demanda
marítima, Carlos Mesa, quien había evitado mezclar el tema marítimo con
el Silala. ¿Cree que el anuncio de Morales lo desacredita como
interlocutor?
-Todo indica que entre Morales y Mesa ha habido una ruptura, que tuvo
que ver, más que con el tema de la estrategia, con el referendo, con el
tema político interno de Bolivia. Hasta donde uno ve, el ex presidente
Eduardo Rodríguez, siendo de ánimo opositor, no actúa como opositor, en
cambio Carlos Mesa sí, está más en la palestra.
Decisiones superiores
-En Santiago, el anuncio de Morales reanimó el debate sobre la conveniencia o no de que Chile permanezca en el Pacto de Bogotá…
-Lo único que voy a decir sobre eso es que va a venir en Chile un
debate sobre el Pacto de Bogotá y que eso creo tiene que ver con la
estrategia futura de cómo fijar todavía mejor los procedimientos de
arreglo de controversias que hay entre los países americanos. Quizás hay
algo incompleto ahí, pero tiene que llevarse a cabo de una manera
meditada, planificada, no a manotazos de la noche a la mañana.
-¿En qué pie está Chile hoy en La Haya, con un tribunal que
lo obliga a sentarse a negociar de buena fe pero sin un resultado
predeterminado?
-Se logró algo, un poco ambiguo, y es que se pone a salvo el Tratado
de 1904, que es parte del corazón de la posición chilena: que
solucionamos las cosas pacíficamente, pero sobre la base de los tratados
internacionales, y que hay revisión de los tratados cuando ambas partes
están de acuerdo. No basta con que una de ellas lo diga.
-¿Pero no le parece que hay una trampa lingüística al decir
que, si bien no con un resultado predeterminado, Chile debe negociar de
buena fe? ¿Cómo se evalúa esa buena fe si no es a través del resultado
de la negociación?
-En la única negociación que se puede calificar de tal, la de Charaña
(de 1975), porque las otras fueron conversaciones o diálogos, sobran
evidencias de que se actuó de buena fe.
-Así como mencionaba la necesidad de un debate en torno al
Pacto de Bogotá, ¿no se requerirá también debatir sobre los pasos de
Chile en el área comunicacional y a nivel de lobby? ¿Se ha descuidado
ese aspecto?
-Se ha emprendido un trabajo comunicacional mucho más intenso que, me
parece, comienza a rendir sus frutos. Sucede que ha sido ocasión para
que brote un debate que desde hace mucho tiempo no existía en política
exterior.
El canje
“Morales ha tratado de construir a Chile como un enemigo ideológico,
cercano al imperialismo, diciendo también que la guerra del Pacífico se
hizo por el imperialismo”, afirma el historiador. “Algunos dicen que
Morales se engañó cuando vino a Chile la primera vez en 2006, y hubo una
manifestación donde la gente terminó gritando ‘mar para Bolivia’. Era
un grupo de interés, que se ha ido empequeñeciendo más, porque en el
país ha habido un endurecimiento de la población, que recibe más razones
para estar seguros de por qué Chile tiene que ser más inflexible”,
recalca Fermandois.
-Este escenario que describe, ¿impide que alguna vez se pueda llegar a un acuerdo definitivo con Bolivia?
-Conversaciones con Bolivia después de La Haya puede haber. Charaña
da una pista de cómo podrían ir algunas cosas, en lo cual es
completamente indispensable un canje. Sin un canje de tierra no hay
posibilidad de ningún acuerdo con Bolivia, con lo que Chile llama las
pretensiones bolivianas.
-¿Y qué es exactamente lo que Chile debiera canjear, y a cambio de qué?
-Como en Charaña, nosotros les podemos pasar una parte, en que
nosotros decimos cuál, porque no puede ser en cualquier parte, ya que
Chile no se puede dividir. Y ellos nos pasan otra igual. Ésa es la base
de Charaña, que Bolivia aceptó en un comienzo y después se empezó a
retirar.
-¿Se refiere a ceder una playa en el norte?
-En torno a esa idea. Hay varias ideas, pero todo tiene que girar en torno a eso.
-Esa alternativa requiere que Perú esté de acuerdo…
-Se pregunta a Perú, naturalmente. Ésa era la base de Charaña: tienen
que estar de acuerdo Chile y Bolivia. Una vez que Chile tenga la
propuesta formal, y la anuncie públicamente, se hace un planteamiento a
Perú. “Esto es lo que estamos ofreciendo y ustedes tienen que expresar
su opinión sobre eso…”. La respuesta de Lima en ese entonces implicaba
alterar el Tratado de 1929 (lo que complicó las cosas aparte del retiro
boliviano), y eso Chile no lo podía aceptar.
-¿Esa vía no implica que Chile ceda soberanía?
-Chile no va a ceder soberanía. Es hacer un canje. La propuesta del
75 era que el territorio nacional mantuviera exactamente sus kilómetros
cuadrados, más las millas de soberanía marítima, que eso se mantuviera
íntegramente. Chile tiene tantos kilómetros cuadrados y el día después
de la firma, va a seguir teniendo los mismos. E ídem para Bolivia, lo
que da a entender que debe ser algo parejo para ambas partes.
-¿Ve en Chile un clima político favorable para avanzar en esta dirección?
-No, el país se ha puesto más intransigente. Charaña presenta una
pista, basada en el canje, de cómo hacer algo, después de La Haya,
conversado por largas décadas.
-¿Décadas?
-Después de La Haya habrá un proceso de cicatrización de heridas y
luego, poco a poco, ir retomando relaciones, porque en algún momento
tendrá que haber relaciones diplomáticas normales para conversar de
verdad. Cuando se negoció en serio con Perú tras la guerra del Pacífico,
a partir de 1922, duró siete años, y hubo vaivenes enormes entremedio,
dimes y diretes, por decir lo menos, hasta el Tratado de Lima de 1929. Y
esto es algo más complicado. No me parece que necesariamente los
diálogos y negociaciones tengan que durar más de siete años, pero es un
asunto de largo plazo.
“No hay que
apostar a un cambio de gobierno en Bolivia. No parece ser la
experiencia histórica que con otro gobierno vaya a cambiar la pretensión
de acceso soberano al mar”.
-¿Y le parece que en Bolivia sí podría generarse un clima político favorable para un acuerdo?
-En Chile en 2006 hubo esperanzas con Morales, porque es un líder
fuerte, y como tal a veces puede negociar y ser capaz de ceder. Esto
pasó en Grecia cuando llegó al poder la izquierda, que cede lo que un
gobierno conservador no hubiera podido. Hubo esperanzas de que Morales
fuera algo así, pero fue todo lo contrario. Ahora, estos caudillos
latinoamericanos por tradición son seres que pueden cambiar, porque
tienen la autoridad que otros presidentes no tienen... hasta que se
debilitan.
-Tras la derrota de Morales en un referendo, ¿cree que un gobierno de recambio podría mejorar el escenario con Bolivia?
-No hay que apostar a un cambio de gobierno en Bolivia. No parece ser
la experiencia histórica que con otro gobierno se vaya a cambiar la
pretensión de acceso soberano al mar. Aparte de eso, creo que Evo no
está acabado. Su derrota en el referendo no fue abrumadora. Hugo Chávez
también perdió un plebiscito, pero después se las ingenió para hacer lo
mismo por otro lado. Además, a Bolivia no le ha ido mal económicamente. Y
Morales tiene hasta el 2019 para planificar otra estrategia. No sé qué
pasará en Bolivia, pero no es un caudillo derrotado.
-¿Esta pista de Charaña la ha socializado en el equipo chileno?
-No, porque no estamos hablando de eso ahora. Eso es para después de
La Haya. Por ahora tenemos que esperar lo que señale la Corte, pero
nosotros tenemos fe en nuestros argumentos. Además Chile no cederá
soberanía.
Fuente:
Capital online