Por Marion Kuprat.- Agua es la sustancia más importante para la vida en la tierra. Es el  líquido que crea la vida, que fluye de la misma forma por todos los  organismos: plantas, animales y seres humanos.
 De ahí que nuestra existencia esté tan estrechamente vinculada a la  calidad del agua que tomamos. Aparte de lo que necesitemos para nuestro  propio consumo, también necesitamos el agua para todo lo que en un  futuro queramos comer o dejar crecer. De modo que si queremos seguir  viviendo en salud y felicidad, debemos reconocer el agua como uno de los  bienes más preciados de la tierra y tratarla con el máximo cuidado.
Hoy en día, en la mayoría de los llamados países desarrollados, el  agua potable suele estar clorada y en parte incluso fluorada, a fin de  conseguir la esterilidad de la misma y librarla de microorganismos  nocivos y bacterias infecciosas. Sin embargo, los métodos actuales de  purificar y distribuir el agua, la matan. El agua mala o mal-tratada  debilita a las personas que están obligadas a consumirla constantemente.   Esto conduce a procesos degenerativos dentro de estas personas, y  finalmente a su destrucción.
La ciencia pasa por alto el hecho de que el agua, como portador de la  vida, tiene vida propia, y que tenemos que conservarle este estado para  que pueda cumplir con su objetivo natural. Para la ciencia el agua es  una «combinación química», y bajo este punto de vista se administra a  millones de personas un líquido preparado, que es todo menos agua sana,  ni para beber ni para bañarse, y también perjudica el sistema  inmunológico de nuestras plantas y animales. Como prueba y  justificación, la burocracia suele hablar de epidemias como el tifus y  el cólera, que se propagan por medio del agua y que gracias al  tratamiento actual del agua ya no existen en nuestro mundo civilizado.
Pero de lo que estas fuentes nunca informan es que el cloro como  esterilizador del agua, mata a todas las bacterias sin excepción, es  decir a las malas como a las buenas. En resumen: nuestro agua es un  cadáver líquido.
Más importante e inquietante es sin embargo el hecho de que también  desinfecta la sangre (90% contenido de agua) y la savia, matando también  a microorganismos que fortalecen el sistema inmunológico, debilitando  así seriamente a las personas que lo consumen regularmente. El sistema  inmunológico queda afectado de tal manera que no puede defenderse de  virus, bacterias o células malignas. Si consumimos regularmente agua  clorada, esterilizamos al mismo tiempo nuestra sangre y nos  condicionamos para el brote de una enfermedad.
¿Y qué otros efectos tiene el cloro? En realidad las cantidades de  cloro que se añaden al agua potable no son grandes, como relación media  aproximada un 10:1.000.000, siempre y cuando el sistema de dosificación  funcione correctamente. El cloro se diluye en agua fría, pero empieza a  descomponerse en cuanto el agua se calienta, y entonces se forma ácido  clórico, que explota y oxida con gran facilidad. En la biología y en la  bioquímica se emplea para fines analíticos, para la escisión de materia  orgánica.
Ya se está empezando a sospechar que, una vez saturados de agua  clorada y bajo la influencia de la luz solar, los vasos capilares que  transcurren directamente debajo de la piel podrían causar  mini-explosiones ligerísimas y aparentemente inofensivas, y que debido a  ello hay capilares que en parte se rompen. Todos estos procesos  anormales de oxidación conducen a una alteración de los flujos de  energía naturales dentro del cuerpo humano.
A comienzos del siglo XX, Viktor Schauberger (1885-1958), un  guardabosques austriaco, ya en su tiempo reconocido como investigador  del agua, relacionó consecuentemente la forma de tratamiento del agua  con propiedades inmateriales que las personas podían adquirir con el  agua. Schauberger dijo que «si se alteran las sustancias básicas en su  composición, forzosamente también tienen que cambiar no solo el  metabolismo en que se basa la formación continua del cuerpo, sino  también la formación y el desarrollo mentales».
Alimentos poco salubres, agua inadecuada y el calentamiento  ligeramente excesivo del cuerpo que de ello se deriva, produce, según  Schauberger, circunvoluciones demasiado gruesas en la estructura general  del cerebro. De este modo se formaría un cerebro incapaz de funcionar  de forma intuitiva o de comprender los detalles de los procesos  naturales. Degeneraría hasta ser un órgano que puede ser capaz de pensar  lógicamente, pero nunca de forma biológica, es decir, con una «lógica  viva» capaz de ser consciente de vínculos e interacciones energéticas.
Schauberger comparaba la fisonomía del cerebro con los anillos  anuales de un árbol. Según su opinión, solo se podían desarrollar buenas  propiedades de carácter a partir de un cerebro con circunvoluciones muy  angostas, al igual que una madera es de buena calidad y resonancia  cuando sus anillos anuales son muy seguidos y apretados. «Un cerebro de  circunvoluciones gruesas se podría comparar con un instrumento de música  malo, para cuya fabricación se emplearon materiales malos, por lo que  tampoco podría producir tonos bellos para influir armónicamente sobre el  mundo», escribe Callum Couts en su amplia obra de living energys (no  está en castellano todavía) que contiene los trabajos de investigación  de Viktor Schauberger.
Mientras tanto existen muchos indicios que apoyan la opinión de  Schauberger. Cada día nos llama la atención la creciente miseria mental,  como el aumento de depresiones, problemas de concentración, conductas  irracionales y brutales e hiperactividad, que cada vez afectan a más  personas y cada vez a edades más tempranas. Lo que aquí se está  sacrificando sobre el altar del beneficio rápido no es ni más ni menos  que el futuro, la salud física y psíquica de nuestros hijos y de futuras  generaciones.
Ya hace 70 años que, con su invento de mejorar el agua, Viktor  Schauberger puso en duda la visión del mundo que teníamos a partir de  las ciencias naturales. Él construyó la primera técnica para la  preparación de un agua comparando el agua de los manantiales. Los  expertos estudiados protestaron. Pero a pesar de ello, Viktor  Schauberger ascendió de guardabosques a consejero del ministerio federal  austriaco para agricultura y silvicultura altamente remunerado, porque  construyó una planta de lavado de madera por flotación que funcionaba en  contra de todas las leyes científicas. Para él, el agua era la sangre  de la tierra. Schauberger fue uno de los librepensadores más importantes  del siglo pasado.
En el año 2000 la revista alemana «ZeitGeist», un foro  interdisciplinario para nuevos caminos dentro de la ciencia, la  medicina, el arte y la filosofía, ha publicado una lista con 40 sistemas  biofísicos de tratamiento de agua existentes en el mercado de habla  alemana. Los sistemas más eficaces que influyen en el cambio de la  estructura biofísica del agua trabajan con recetas de antiguas culturas  altamente desarrolladas, en combinación con las observaciones en la  naturaleza según Viktor Schauberger, combinados con los conocimientos y  resultados de investigaciones más recientes.
Con nuestra, al parecer, irreversible contaminación medioambiental,  hemos ensuciado una parte importante del planeta: el agua. Hemos puesto  en peligro toda la parte de agua de nuestra existencia humana, que al  fin y al cabo son 2/3 de nuestro peso, ya que el agua es el fundamento  de nuestra salud. Pero el agua no solo es la base de nuestra salud  corporal: como transmisor de información también es responsable de  nuestra salud mental.

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