jueves, 14 de abril de 2016

Joaquín Fermandois: “Sin un canje de tierra no hay posibilidad de ningún acuerdo con Bolivia”

El doctor en Historia y miembro del equipo convocado por Cancillería para preparar la contramemoria chilena, dice que el preacuerdo alcanzado entre Pinochet y Banzer en 1975 es “una pista” para una salida definitiva a los problemas fronterizos con Bolivia, pero sólo después de que sanen las heridas dejadas por la disputa en La Haya.

Por: Jorge Poblete, @jpobletecapital en Twitter
Fotos: Verónica Ortiz

"Es posible que el chorro de la ducha tenga más agua que el Silala, pero no hay que despreciar estas cosas pequeñas, los accidentes geográficos diminutos pueden adquirir un simbolismo abrumador”, dice el historiador Joaquín Fermandois, sobre el reciente anuncio del presidente boliviano Evo Morales de ampliar la disputa marítima con Chile a un nuevo frente: el Silala, también llamado Sololi, o incluso Cajón, dependiendo del tramo del que se hable.
El curso nace a más de 4.300 metros sobre el nivel del mar, en el departamento boliviano de Potosí, desde donde escurre hasta la cuenca del Loa. Se trata de un avance discreto, a ratos por la superficie y a ratos en forma subterránea, por tuberías y obras de canalización, que permiten que sus aguas hoy sean utilizadas en faenas de Codelco y del Ferrocarril Antofagasta (FCAB), controlado por el Grupo Luksic.
Todas estas obras derivan de concesiones entregadas a principios del siglo XX, a ambos lados de la frontera, a The Antofagasta (Chili) and Bolivia Railway Company Limited, en tiempos de las locomotoras a vapor. En 1996, el país altiplánico objetó esta concesión y un año después la caducó, argumentando incumplimientos de contrato. El debate subió de tono y el Parlamento boliviano resolvió en 1999 borrar de los mapas la palabra “río” en referencia al Silala (los ríos pueden ser internacionales) y en cambio utilizar el término “manantial” (de origen generalmente local).
Después de una fallida adjudicación impulsada por Bolivia para la empresa Ductec S.R.L., Santiago y La Paz alcanzaron un preacuerdo para repartir el uso de las aguas, que fue consultado al departamento de Potosí, que se opuso tenazmente y pidió millonarias indemnizaciones retroactivas. Morales entonces echó pie atrás y mantuvo este reclamo en un segundo plano, para priorizar la ofensiva en La Haya por la salida al mar. Eso, hasta fines de marzo.
En este escenario que el profesor Joaquín Fermandois –quien en octubre se sumó como coordinador de historiadores del equipo chileno, entre cuyas labores está la preparación de la contramemoria que se entregará en julio–, se refiere a la compleja situación de la relación entre ambos países. Justo en momentos en que la administración de Morales está siendo cuestionada, tras perder el referendo que permitía una nueva reelección y luego de conocerse los millonarios contratos estatales que la ex pareja del presidente, Gabriela Zapata, se adjudicó en forma directa, en representación de una firma internacional, en un escándalo que además involucró a un supuesto hijo no reconocido por el mandatario.
-¿Lo sorprendió el anuncio de Evo Morales de una eventual demanda por el río Silala?
-Sí, pero fue una sorpresa relativa. Aunque los días previos se estaba como anunciado, si lo miramos respecto de la situación de hace un par de meses, claro que es una sorpresa. Pero en otro sentido no lo es, porque Morales ha hecho una guerrilla política con Chile desde que emergió como líder, antes de ser presidente. Él ayudó a derribar a dos presidentes, Carlos Mesa, y anteriormente a Gonzalo Sánchez de Lozada, en actos que no pueden describirse sino como golpes en términos técnicos. Lo hizo por varias razones, y una de ellas era el tema chileno y el mar.
-¿Cuánto habrá influido en esta nueva controversia la derrota de Morales en el referendo y el escándalo con su ex pareja, Gabriela Zapata?
-Es probable que esos incidentes hayan tenido un efecto en activar este tipo de desafìos a Chile, pero nosotros nos engañamos al creer que es sólo política interna. Bolivia tiene una fijación con el mar desde la guerra del Pacífico, si bien hasta comienzos del siglo XIX esto se refería a un puerto. En el siglo XIX el tema era un puerto y en el XX, el asunto llegó a ser cada vez más el mar, lo que en la segunda mitad del siglo XX se volvió más fuerte que en la primera. En lo que llevamos del siglo XXI, especialmente por el fenómeno Morales y el populismo, la fijación es más fuerte todavía. Entre paréntesis, en el Tratado de 1904 Chile respondía a la necesidad del puerto al ofrecer y ser aceptado el libre tránsito.
-Pero si el objetivo de ellos es la salida al mar, ¿no se pierde especificidad al poner sobre la mesa además el Silala?
-Pienso que podría afectar a Bolivia esta situación. Evo Morales seguramente piensa lo contrario: que esto muestra la maldad de Chile y cómo se están llevando el agua del país. Pero en el caso del Silala hubo un acuerdo en que Chile podría usar una parte y pagar por la otra, eso era en sustancia ese precacuerdo que firmó Bolivia y suponía que el agua era de ambas partes (...). La Paz abre un flanco con esto, porque si está presentando demanda tras demanda, el problema no es el mar, sino que mantener una actitud combativa, que se puede calificar de guerrilla política, tratando de erosionar en todo momento la legitimidad del adversario.
“Bolivia, en el caso del Silala, por casi 100 años no dijo esta boca es mía, porque el río estaba en un mapa en el anexo del Tratado de 1904”.
-¿Y qué efecto podría tener esta situación en La Haya?
-Eso lo apreciará la Corte. Cuando surgió lo del Lauca, Bolivia nunca convocó una comisión internacional que viniera a medir los caudales, y en el caso del Silala, por casi 100 años no dijo esta boca es mía, porque el río estaba en un mapa en el anexo del Tratado de 1904.
Nadie sabía que había un problema con esto hasta que estalla la polémica a fines de los 90 en Bolivia, y después se declara la caducidad de la concesión entregada a la empresa y ahí empiezan los problemas. Y, como se sabe, en 2009 se llegó a un acuerdo, en que, como en todos los temas del mar, ha sido Bolivia la que se ha retirado de las conversaciones, acusando a Chile de no tener verdaderas intenciones de negociar.
-Cuando dice que esta situación podría afectar a Bolivia, ¿se refiere también a la demanda marítima?
-Hay un factor de incertidumbre siempre en la Corte, así que no podemos evaluar eso. Pero a la Corte le gusta ser Corte y pronunciarse a su manera, lo que atiende naturalmente a varios factores. No se la puede manipular tan fácil.
-Uno de los análisis más recurrentes de estos años resalta el carácter político del Tribunal de La Haya.
-Es un tribunal de las Naciones Unidas cuya misión es también llevar la paz, y eso podemos decir que es algo político: dependiendo del derecho pero con la misión de generar paz; esto último es lo que tiene un cariz que podríamos denominar político.
-Un momento atrás usted mencionaba al vocero de la demanda marítima, Carlos Mesa, quien había evitado mezclar el tema marítimo con el Silala. ¿Cree que el anuncio de Morales lo desacredita como interlocutor?
-Todo indica que entre Morales y Mesa ha habido una ruptura, que tuvo que ver, más que con el tema de la estrategia, con el referendo, con el tema político interno de Bolivia. Hasta donde uno ve, el ex presidente Eduardo Rodríguez, siendo de ánimo opositor, no actúa como opositor, en cambio Carlos Mesa sí, está más en la palestra.

Decisiones superiores

-En Santiago, el anuncio de Morales reanimó el debate sobre la conveniencia o no de que Chile permanezca en el Pacto de Bogotá…
-Lo único que voy a decir sobre eso es que va a venir en Chile un debate sobre el Pacto de Bogotá y que eso creo tiene que ver con la estrategia futura de cómo fijar todavía mejor los procedimientos de arreglo de controversias que hay entre los países americanos. Quizás hay algo incompleto ahí, pero tiene que llevarse a cabo de una manera meditada, planificada, no a manotazos de la noche a la mañana.
-¿En qué pie está Chile hoy en La Haya, con un tribunal que lo obliga a sentarse a negociar de buena fe pero sin un resultado predeterminado?
-Se logró algo, un poco ambiguo, y es que se pone a salvo el Tratado de 1904, que es parte del corazón de la posición chilena: que solucionamos las cosas pacíficamente, pero sobre la base de los tratados internacionales, y que hay revisión de los tratados cuando ambas partes están de acuerdo. No basta con que una de ellas lo diga.
-¿Pero no le parece que hay una trampa lingüística al decir que, si bien no con un resultado predeterminado, Chile debe negociar de buena fe? ¿Cómo se evalúa esa buena fe si no es a través del resultado de la negociación?
-En la única negociación que se puede calificar de tal, la de Charaña (de 1975), porque las otras fueron conversaciones o diálogos, sobran evidencias de que se actuó de buena fe.
-Así como mencionaba la necesidad de un debate en torno al Pacto de Bogotá, ¿no se requerirá también debatir sobre los pasos de Chile en el área comunicacional y a nivel de lobby? ¿Se ha descuidado ese aspecto?
-Se ha emprendido un trabajo comunicacional mucho más intenso que, me parece, comienza a rendir sus frutos. Sucede que ha sido ocasión para que brote un debate que desde hace mucho tiempo no existía en política exterior.

El canje

“Morales ha tratado de construir a Chile como un enemigo ideológico, cercano al imperialismo, diciendo también que la guerra del Pacífico se hizo por el imperialismo”, afirma el historiador. “Algunos dicen que Morales se engañó cuando vino a Chile la primera vez en 2006, y hubo una manifestación donde la gente terminó gritando ‘mar para Bolivia’. Era un grupo de interés, que se ha ido empequeñeciendo más, porque en el país ha habido un endurecimiento de la población, que recibe más razones para estar seguros de por qué Chile tiene que ser más inflexible”, recalca Fermandois.
-Este escenario que describe, ¿impide que alguna vez se pueda llegar a un acuerdo definitivo con Bolivia?
-Conversaciones con Bolivia después de La Haya puede haber. Charaña da una pista de cómo podrían ir algunas cosas, en lo cual es completamente indispensable un canje. Sin un canje de tierra no hay posibilidad de ningún acuerdo con Bolivia, con lo que Chile llama las pretensiones bolivianas.
-¿Y qué es exactamente lo que Chile debiera canjear, y a cambio de qué?
-Como en Charaña, nosotros les podemos pasar una parte, en que nosotros decimos cuál, porque no puede ser en cualquier parte, ya que Chile no se puede dividir. Y ellos nos pasan otra igual. Ésa es la base de Charaña, que Bolivia aceptó en un comienzo y después se empezó a retirar.
-¿Se refiere a ceder una playa en el norte?
-En torno a esa idea. Hay varias ideas, pero todo tiene que girar en torno a eso.
-Esa alternativa requiere que Perú esté de acuerdo…
-Se pregunta a Perú, naturalmente. Ésa era la base de Charaña: tienen que estar de acuerdo Chile y Bolivia. Una vez que Chile tenga la propuesta formal, y la anuncie públicamente, se hace un planteamiento a Perú. “Esto es lo que estamos ofreciendo y ustedes tienen que expresar su opinión sobre eso…”. La respuesta de Lima en ese entonces implicaba alterar el Tratado de 1929 (lo que complicó las cosas aparte del retiro boliviano), y eso Chile no lo podía aceptar.
-¿Esa vía no implica que Chile ceda soberanía?
-Chile no va a ceder soberanía. Es hacer un canje. La propuesta del 75 era que el territorio nacional mantuviera exactamente sus kilómetros cuadrados, más las millas de soberanía marítima, que eso se mantuviera íntegramente. Chile tiene tantos kilómetros cuadrados y el día después de la firma, va a seguir teniendo los mismos. E ídem para Bolivia, lo que da a entender que debe ser algo parejo para ambas partes.
-¿Ve en Chile un clima político favorable para avanzar en esta dirección?
-No, el país se ha puesto más intransigente. Charaña presenta una pista, basada en el canje, de cómo hacer algo, después de La Haya, conversado por largas décadas.
-¿Décadas?
-Después de La Haya habrá un proceso de cicatrización de heridas y luego, poco a poco, ir retomando relaciones, porque en algún momento tendrá que haber relaciones diplomáticas normales para conversar de verdad. Cuando se negoció en serio con Perú tras la guerra del Pacífico, a partir de 1922, duró siete años, y hubo vaivenes enormes entremedio, dimes y diretes, por decir lo menos, hasta el Tratado de Lima de 1929. Y esto es algo más complicado. No me parece que necesariamente los diálogos y negociaciones tengan que durar más de siete años, pero es un asunto de largo plazo.
“No hay que apostar a un cambio de gobierno en Bolivia. No parece ser la experiencia histórica que con otro gobierno vaya a cambiar la pretensión de acceso soberano al mar”.
-¿Y le parece que en Bolivia sí podría generarse un clima político favorable para un acuerdo?
-En Chile en 2006 hubo esperanzas con Morales, porque es un líder fuerte, y como tal a veces puede negociar y ser capaz de ceder. Esto pasó en Grecia cuando llegó al poder la izquierda, que cede lo que un gobierno conservador no hubiera podido. Hubo esperanzas de que Morales fuera algo así, pero fue todo lo contrario. Ahora, estos caudillos latinoamericanos por tradición son seres que pueden cambiar, porque tienen la autoridad que otros presidentes no tienen... hasta que se debilitan.
-Tras la derrota de Morales en un referendo, ¿cree que un gobierno de recambio podría mejorar el escenario con Bolivia?
-No hay que apostar a un cambio de gobierno en Bolivia. No parece ser la experiencia histórica que con otro gobierno se vaya a cambiar la pretensión de acceso soberano al mar. Aparte de eso, creo que Evo no está acabado. Su derrota en el referendo no fue abrumadora. Hugo Chávez también perdió un plebiscito, pero después se las ingenió para hacer lo mismo por otro lado. Además, a Bolivia no le ha ido mal económicamente. Y Morales tiene hasta el 2019 para planificar otra estrategia. No sé qué pasará en Bolivia, pero no es un caudillo derrotado.
-¿Esta pista de Charaña la ha socializado en el equipo chileno?
-No, porque no estamos hablando de eso ahora. Eso es para después de La Haya. Por ahora tenemos que esperar lo que señale la Corte, pero nosotros tenemos fe en nuestros argumentos. Además Chile no cederá soberanía.

Fuente: Capital online


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