viernes, 08 de abril de 2016
Por Rafael Puente, columna Vamos a Andar
La laguna Alalay de Cochabamba es de importancia local, no tiene la
significación nacional del lago Poopó, pero parece un botón de muestra
de la actitud que tienen, respecto del agua y de la Madre Tierra, tanto
el Estado como importantes sectores de la sociedad civil, y
desgraciadamente el conjunto del país. Por eso insistimos en el tema de
esta laguna, que hace unas semanas presentó el doloroso espectáculo de
miles de peces muertos…
Las causas las conocemos. En las aguas de dicha laguna, que hace 50
años era un lugar de recreo para la ciudadanía -baño incluido-, hoy se
acumula una carga creciente de sustancias orgánicas en descomposición,
ya sean aguas servidas, que llegan directamente o a través del río
Rocha, ya sean cargas de desechos químicos procedentes de algunas
curtiembres o de los "comodatos”, que en tierras de la laguna se han
concedido a dos clubes de fútbol.
Cierto que el Comité de Recuperación, Mejoramiento y Preservación
de la Laguna Alalay (CREMPLA) advirtió con tiempo a las autoridades,
pero es un comité meramente técnico -no ejecutivo-. La autoridad
ejecutiva es la Alcaldía y lo curioso es que el ejecutivo municipal
contrata, para la administración y gestión de la laguna, a abogados y
arquitectos y no a biólogos o ambientalistas. Ahora entendemos por qué
para el proyecto de restauración de la laguna contrataron a una empresa
constructora y rechazaron una consultora ambientalista.
Y de ahí se deriva también la aberración de que en los términos de
referencia para la restauración de la laguna se contempla la ampliación
del Circuito Bolivia, ampliación que está prohibida en la propia
legislación municipal.
Incluso hay propuestas municipales que apuntan a la construcción de
una piscina olímpica, a la de un mega-mercado o a la de un
"Cochalódromo”… ¿Será que sólo ocurre esto en Cochabamba? ¿O es
efectivamente un botón de muestra de cómo manejamos los temas
ambientales en el conjunto del país?
Pero además de estas aberraciones de la propia Alcaldía -¡y no
estamos hablando de esta gestión, sino de todas!- nos encontramos con la
conducta igualmente aberrante de buena parte de la sociedad civil. Y,
por supuesto, lo peor cuando ambas aberraciones se juntan y refuerzan.
¿Se podrá creer que cuando se reconstruyó el Hospital Viedma los
escombros de esa obra fueron echados a la laguna Alalay? Y eso por
decisión municipal en tiempos del alcalde Terceros. ¡Y la única medida
que se tomó fue sancionar al chofer de la volqueta!
Más recientemente se han botado a la laguna los escombros
procedentes de la construcción del túnel del Abra, realmente parece que
hubiera un concurso de quién hace mayores barbaridades.
Pero, probablemente, la mayor de todas han sido los comodatos que
se firmó a favor de los clubes Wilstermann y Aurora. El primero sigue
vigente, pese al informe negativo que elaboró la misma Alcaldía y a la
Ordenanza Municipal de 1999. El segundo ha empezado por ampliar los
44.000 metros cuadrados que se les había cedido a más de 60.000 y no
ha cumplido la ordenanza, según la cual tenía que devolver el comodato
en 2014.
Han realizado construcciones sin documentos ni autorización y ambos
clubes se han esmerado en complicar el suelo de la laguna con
abundancia de materiales para consolidar sus canchas, con escombros y,
por supuesto, con basura. Incluso se ha visto a un concejal (y
presidente del Concejo) echando personalmente volquetas de basura
particular, suya…
Pese a todo desde el CREMPLA se afirma que hay esperanzas, que la
Alcaldía tiene ganas de recuperar de verdad la antigua laguna Alalay -lo
que no tiene es el inmenso presupuesto necesario-. Pero añade que lo
más difícil será luchar contra los enemigos de siempre: los loteadores,
los burócratas y la ciudadanía sin conciencia.
¿No son los mismos enemigos a los que no estamos pudiendo controlar en el conjunto del país?
Rafael Puente es miembro del Colectivo Urbano por el Cambio (CUECA) de Cochabamba.
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