martes, 29 de noviembre de 2011

China y Japón dividen la posición asiática en la cumbre de Durban

    Pekín, 29 nov (EFE).- Asia llega a la cumbre del cambio climático de Durban dividida entre la postura de sus naciones en desarrollo, comandadas por China e India, y la de las desarrolladas, como Japón, dos antagonistas que se piden mutuamente mayores esfuerzos para mitigar los problemas ambientales.



 China e India, primer y tercer emisor mundial de dióxido de carbono, respectivamente, defienden desde Copenhague 2009 que las naciones desarrolladas son las responsables históricas del cambio climático, y son ellas las que tienen que contribuir más en la solución al problema, con acuerdos vinculantes.

 Por ello son partidarias de un acuerdo que continúe el Protocolo de Kioto, que finaliza en 2012 y sólo establecía obligaciones concretas de reducción de emisiones para las naciones desarrolladas.

 En palabras del vicepresidente de la Comisión Nacional de Reforma y Desarrollo de China, Xie Zhenhua, quien encabezará la delegación de su país, "los países desarrollados no prestaron la atención necesaria al cambio climático cuando se industrializaron y urbanizaron" y deben corregir el error reduciendo entre un 25 y un 40 % sus emisiones en 2020 en comparación con las de 1990.

 Las naciones en desarrollo, asegura Pekín, deben contribuir también contra el efecto invernadero, pero con acciones "voluntarias", y en este sentido China defenderá que su XII Plan Quinquenal 2011-2015 prevé acciones como aumentar el uso de las energías renovables desde el 8,1 % en 2010 al 11,4 % en 2015.

 Ese plan, que regirá la economía china en el lustro, promete también una mejora de la intensidad de carbono (emisiones de CO2 por unidad de PIB) del 17 % y un aumento del 16 % en la eficiencia energética (consumo de energía por unidad de PIB).

 Unos indicadores que podrían no significar realmente disminuciones de la contaminación en China, pero sí al menos un crecimiento más "ordenado".

 La India apoya a China en estas posturas, e incluso ambas se han coordinado en una reunión este mes en Pekín para actuar como un bloque junto a otras potencias emergentes del BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), a las que las naciones desarrolladas quieren exigir más esfuerzos.

 Pero Nueva Delhi centrará más su estrategia en Sudáfrica en pedir que se concreten las transferencias de tecnología para la mitigación de los efectos del cambio climático que las naciones ricas han prometido a las pobres, y que se encuentran por ahora con muchas barreras comerciales y de derechos de patente.

 El sudeste asiático también se inclina por que Occidente lleve el peso de la lucha contra el cambio climático: sus países no han aprobado ninguna medida contra este fenómeno ni prevén hacerlo, pese a que la región es una de las más castigadas por los desastres naturales que un clima cada vez más impredecible les está causando.

 Las inundaciones en Tailandia en 2011 han recordado a la región que la progresiva subida del nivel del mar amenaza con cubrir Bangkok, cuyos terrenos se hunden unos siete centímetros al año.

 Al otro lado de la mesa se encontrará la posición de Japón, quinto emisor mundial de CO2, quien no quiere suscribir una extensión de "su" Protocolo de Kioto, puesto que desea un nuevo acuerdo "justo y efectivo" en el que también estén implicados países emergentes como China o la India.

 Tokio promete a cambio continuar financiando proyectos de mitigación de los efectos del cambio climático en los países en desarrollo, y recordará que 11.300 de los 15.000 millones de dólares que prometió al respecto en la Cumbre de Copenhague ya han sido desembolsados.

 No es un buen momento para que Japón esté dispuesta a reducir más sus emisiones de dióxido de carbono: el accidente en la planta nuclear de Fukushima, en marzo, ha complicado los objetivos nipones de reducir éstas en un 6 % respecto a los niveles de 1990, ya que para cumplir esta meta contaba con el desarrollo de la energía nuclear.

 La catástrofe de Fukushima ha hecho que Japón tenga detenidos dos tercios de sus reactores nucleares por cuestiones de seguridad, por lo que el recurso a la energía atómica -con la que China, por cierto, sigue contando para sus mejoras medioambientales- queda en entredicho, y con ello la reducción de emisiones.

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